Desde hace tiempo las circunstancias prevalecientes en Cuba, dan pié a comentarios más o menos serios sobre una problemática que no parece tener término. Ahora, cuando el tiempo es cada vez más un factor de consideración insoslayable; suelen ser más certeros los vaticinios que algunos se encargaron de enunciar. En el aspecto económico exhaustivamente analizado por economistas estudiosos de la cuestión como Carmelo Mesa Lago, profesor de la Universidad de Pittsburgh, se advertían entre otros el deterioro que venía sufriendo la industria azucarera que, siendo la más importante del país, acusa hoy un proceso de desintegración que se grafica en la propuesta desaparición de la entidad encargada de su control y desarrollo: el Ministerio de la Industria Azucarera. Se habla de la creación de una empresa en sociedad con Brasil para tratar de salvar lo que queda de la planta productora en el ámbito agroindustrial.
No se trata de hacer leña del árbol caído, como algunos defensores a priori trataran de hacer ver, más bien de una realidad enajenante en un país que fue la azucarera del mundo. Inclusive, en pleno auge de los disparates económicos llevados a cabo por el castrismo, la llamada zafra de los diez millones que solo quedó en algo más de siete y que no está registrada como la mayor en la historia de ese rubro en la Isla, hizo que todos los recursos de la nación se pusieran en función de un objetivo que no se alcanzó haciendo que los elementos puestos en función de lograrlo se perdieran en medio del arrebato ideológico característico de la malhadada intentona.
Bajo los férreos esquemas de la producción planificada, impregnados de una alta dosis de sovietismo, se pensó en otras alternativas como la minería y el supuesto desarrollo de la metalurgia, luego el turismo y ahora algo a lo que no encuentro una mejor manera de definir que no sea la de” buhonerismo medieval”. De fracaso en fracaso, algo que venía sucediendo desde el comienzo mismo del proceso, lo único tangible es el encuentro con una realidad que se hace innegable e inocultable; primero porque el sistema socialista de producción planificada “desde arriba”, acudiendo al control absoluto por parte del estado de los medios de producción es en esencia ineficaz y, la conversión en tesis de este argumento, sobrevino con el derrumbe del bloque de países socialistas encabezado por la Unión Soviética; nación creada por decreto –el de las nacionalidades de 1920- y cuya política económica, la N.E.P (Nueva Política Económica) puesta en práctica a partir de 1921, hundió al país en el marasmo de la colectivización que a la larga fue también un fracaso.
Si como se sabe, los argumentos que sirvieron de base al socialismo marxista creaban una nación que se convirtió en gigante con pies de barro y que solo a consecuencia de la guerra contra el nazi-fascismo pudo crear esferas de influencia más allá de sus fronteras; fueron los cauces para aplicar un modelo en el territorio de un país pequeño y mono productor como Cuba, los augurios nunca fueron buenos. La historia posterior se ha encargado de demostrarlo. Aún en el caso de dar crédito a la idea de la influencia del “bloqueo” al que otros por razones adyacentes llaman embargo, las causas del fracaso tienen carácter raigal y eminentemente nacional, rotundamente demostrables en ambos casos.
El análisis que hago y que no pretende ser un agotador cúmulo de cifras, datos estadísticos o enumeración de hechos corroborativos de la actual debacle está, por el contrario, encaminado a explicar las características del callejón sin salida en que se halla hoy Cuba. Aplicando la lógica más elemental habría que llegar a la conclusión de que el carácter inmediato de los factores que gravitan sobre la economía cubana, a saber, falta de recursos económicos y materiales, inmovilismo político, destrucción de la planta productiva, ya de por sí muy anticuada y desgastada, mal uso de recursos utilizados en función de la propaganda populista, a la que en su momento se le hizo aparecer como evidencia del llamado internacionalismo, y, sobre todo, el ejercicio piramidal y totalitario del poder a contrapelo de objetivos lógicos y potencialmente alcanzables; han sido las causas reales de la situación actual.
Pongamos por caso que siendo Cuba un país que bajo su actual liderazgo alegaba ser refractario a las crisis del mundo capitalista y ofrecía datos, no corroborables en su gran mayoría, sobre índices de desempleo basados en el subempleo, algo común a países de similar estructura económica y política o que en función de alcanzar quiméricos objetivos improbables llevó a cabo disparatadas propuestas como aquella de la “construcción paralela del socialismo y el comunismo” en “planes pilotos” pretendidamente expandibles y que a la larga nunca tuvieron lugar; pudieran comenzar a entenderse las razones del descalabro. Si a ello sumamos la dilapidación de recursos monetarios en empresas de dudosos resultados, como las guerras llevadas a cabo fuera del país; ¿a quién se debería culpar por el fracaso? Al menos para mí la respuesta es evidente y según creo ya viene siendo del mismo modo para muchos, incluidos los reos de “mea culpa”, los desaparecidos de la escena, muchos compañeros de viaje, y los que aún se aferran a no aceptar las evidencias.
Entre aquella propuesta de “ofensiva revolucionaria” de 1968 que terminó de hundir al país en el marasmo de la improductividad, dejando de lado el reconocimiento del factor de creatividad que a pesar de todo supervivía y las actuales propuestas estatales de “desarrollismo a la inversa”, medió un período de oscuridad total durante el cual solo es posible hablar de fracasos. Si la demagogia más absoluta no fuera la razón de semejante evidencia ¿por qué hablar entonces ahora de medio millón de desempleados, con la perspectiva mediata de sobrepasar el millón?, ¿por qué acusar al sector activo y productivo del país de no querer trabajar? No conozco ningún caso de semejante aberración, en que la población propenda a contribuir a su propio malestar. Países como China y Vietnam en los que sigue vigente el modelo político socialista han creado las condiciones para desarrollar el capitalismo de estado a fin de regir su actividad económica, desentendiéndose de tabúes absurdos y encarando los tiempos a partir de reformas sin cuento que incluyen una relación abierta y franca con sus antiguos enemigos. Esa es la causa fundamental de la situación ventajosa que con respecto a su pasado hoy pueden exhibir.
Muy diferente, sin embargo, es la proposición del estado cubano para paliar su propia crisis acudiendo al recurso que ya definí como “buhonerismo medieval”. En la Cuba del 2010 tras la ambivalencia vivida entre el trueque, la “bolsa negra”, el robo de recursos, la corrupción, el favoritismo y la inercia; se propone ahora, salir de los muros del feudo y comenzar a desenvolver una actividad pre capitalista que no tiene sentido, fuertemente gravada por el estado parasitario e improductivo que ha demostrado su absoluta incapacidad para resolver cualquier problema por elemental que sea. Sé que los argumentos de salud y educación, que siempre están a la mano, podrán ser nuevamente esgrimidos; a ellos responde de forma muy objetiva el planteamiento de que una persona saludable y culta, lo que no siempre es así, fuera de ello, no tiene proyecto de vida, ni alternativas en medio de un régimen que ahoga la libertad en medio de consignas. Las generaciones actuales, por demás, se encargan de demostrar que el pretendido “hombre nuevo” no fue otra cosa que una entelequia creada a partir del terror y la imposición de una especie de collage ideológico; al respecto pudiera sugerirse preguntarle a los jóvenes en el llamado “movimiento underground” o a los catorce mil participantes en el Festival de “La Rotilla” durante el pasado mes de Agosto en Playa Jibacoa.
Hay algo que a pesar de todo me preocupa. La respuesta no parece ser sino otra cosa que el desentendimiento y la alienación y a través de la expresión de un concepto de libertad vinculado a esos factores por intermedio de los cuales se pretende encontrar una respuesta. Lo planteado, frente al hostigamiento ideológico y la tenaz y sempiterna represión, contribuyen a desvincular el contenido democrático del argumento central de la cuestión. Sin dudas, el tránsito al entendimiento pasa por creer que la libertad es prioritariamente el ejercicio de la voluntad personal bajo cualquier circunstancia y, aunque hay mucho de cierto en esta proposición, también incluye el contenido volitivo de la personalidad en función de su alcance, junto a la existencia de una disciplina social autoimpuesta, no superpuesta ni colectiva, lo cual es tautológico y distorsionante.
Ya en anteriores ocasiones he abundado en al aspecto generacional como argumento de vital importancia en la solución del problema. Ahora lo recalco una vez más. Habría que agregar que en nuestro caso, los autores directos y materiales del fracaso, están aún sobre la escena; no habrán de abandonarla voluntariamente, ello es parte del no reconocimiento del fracaso que en caso contrario sería algo así como un alevoso y colectivo suicidio político que no es dable esperar. El tiempo por venir, con su insoslayable magnitud, tendrá entonces la última palabra.
Por: Prof. José A. Arias.
Miami, Octubre 2, 2010.
www.lavisitamiami.com
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