Sin hacer comparaciones que no son necesarias, ni tomar como referencia lugares que en ocasiones por imitados y por constituir quimeras geográficas inalcanzables, no se convierten en propósito para una diáfana demostración de lo que se pretende explicar; quiero referirme a aspectos muy concretos que grafican la demagogia en los regímenes totalitarios.
Hay un lugar común para la explicación del por qué triunfan las personas cuyo propósito expreso es lograr el igualitarismo social: “dar a las masas la posibilidad de hacerse dueñas de su propio destino”. En la inmensa mayoría de los casos lo anterior ha de lograrse basando la ejecutoria política en un gobierno de corte socialista –el apellido depende del protagonista de la historia- que reparta entre los desposeídos lo que otros han logrado a expensas de su explotación.
Parece una simple lógica, de aplicación mucho más simple aún. Lo anterior no sólo es imposible, es además una mentira. Usualmente dicho argumento, que a nivel gubernamental esconde los propósitos de llevar a cabo el desfalco de la economía a través de los procesos de nacionalización para engordar a un estado parásito que administra y controla bienes que no ha producido; niega en la práctica la real participación de los productores cuyas limitaciones crecen a consecuencia de una política que los aleja cada vez más del control de su destino y el de su familia, aún a corto plazo.
Por otra parte la única manera de garantizar la prevalencia de este esquema es la de producir por quienes lo aplican, la permanencia indefinida en el ejercicio del mismo, lo cual previene la posibilidad de un cambio aún por la vía de las urnas. La manera efectiva de lograrlo: llegar al poder habiendo sido electo, crear desde el mismo los mecanismos de control que garanticen el “statu quo” y continuar utilizando las elecciones, ahora como evidencia de una amañada estrategia electorera. Este es el esquema que tenemos tomando cuerpo y vida política en algunos países suramericanos ante la incrédula mirada de muchos, que sólo nos contentamos con repetir que nadie escarmienta por cabeza ajena.
Pero la pregunta evidente tendría que ser: ¿Es posible mediante la aplicación del esquema anterior lograr cambios reales en la vida de las personas? Si tomamos los ejemplos a mano y más conocidos, aún sin mencionarlos –cualquiera con cierta suspicacia sabría a lo que me refiero- tendría que responder que no; la supuesta eliminación de las contradicciones clasistas, desemboca en un estado donde el pequeño grupo que ejerce el poder se reserva para sí los pormenores de la vida muelle, antes vivida y disfrutada por los desplazados, al amparo de la lucha de clases y la revolución social. El preconizado igualitarismo es, sin dudas, una estafa.
La posibilidad de conseguir un futuro próspero y digno, sin ser victimizado por los “inescrupulosos” agentes del capital es una quimera de condición reiteradamente inalcanzable, algo cuyo término nunca se materializa y se diluye en el tiempo físico de la vida de las generaciones que se sacrifican una tras otra porque de manera evidente no encuentran las vías para la definición de su existencia en el plano individual. Eso es lo que se define como la pérdida de la libertad en medio de los escorzos socialistoides de quienes basan sus predicas en el viejo adagio que reza: haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago.
¿Saben ustedes porque quise escribir sobre estas cosas hoy? Pues bien, hoy 9 de junio del 2011, ha llegado a los Estados Unidos una familia encabezada por la señora Reina Luisa Tamayo Danger (1) y doce de sus miembros, esto sucede a 52 años del supuesto establecimiento en la Isla de Cuba de un gobierno que aún se enmascara en el igualitarismo social y se atreve a mostrarse como un modelo en ese sentido. Allí se abolieron las clases sociales, pero quienes gobiernan no están dispuestos a compartir los beneficios del poder que representan y que solo son comparables a los disfrutados por personas de gran fortuna material en el mundo en que vivimos y que malamente conocemos, convirtiéndonos en sus críticos y dando así pábulo a las fantasías de otros mundos sin conocer.
¿Es que acaso esta familia de personas pobres, de la raza negra, provenientes de una modesta localidad del interior del país, no es suficiente evidencia en sí misma de las estafas ejercidas por aquellos que dicen no tener enemigos ni opositores? Vamos a dejar a un lado un sinnúmero de verdades que harían irrebatibles nuestro argumento y demasiado largo este artículo, por ahora sólo les conmino a pensar en el referido hecho factual. Estos mesías políticos que en La Tierra nos gastamos nunca repartirán lo que compulsivamente se apropian porque no han trabajado para conseguirlo; el caudal de las riquezas de nuestros países bien alcanza para adueñarse de una buena parte y mal administrar el resto, al fin que no habrá quien les ponga freno.
Para quienes se preguntan cuál es el mayor atractivo del poder perpetuo, mi recomendación es que traten de averiguarlo con los que hacen lo que sea necesario para atornillarse en él; sobre todo teniendo en cuenta los “sacrificios” que alegan realizar en defensa de los intereses de sus crédulos compatriotas.
José A. Arias.
(1).-Reina Luisa Tamayo Danger.- Madre de Orlando Zapata Tamayo, muerto como consecuencia de una huelga de hambre de más de 80 días en cárceles cubanas. Después de su fallecimiento el gobierno cubano argumentó que se trataba de un “personaje antisocial con extenso pasado delictivo”
Tomado de:
http://collagecubano.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario